Aunque nos quede mucho por ver, a Pipilotti Rist volveremos siempre. Nacida en Suiza en 1962, su nombre revela las armas elegidas: la fantasía, la alegría y la confianza en la vida como Pipi Calzaslargas, la heroina infantil de la que toma el nombre, una radical vitalidad y el espíritu crítico y burlón. También el amor por los colores saturados preferentemente rojos.
Sus historias se alejan de la narración cinematográfica para contarnos aquello que fluye a través del tiempo, los deseos, las emociones, recuerdos indefinidos aunque presentes. Su obra fue en un principio considerada dentro de la crítica feminista y más tarde a medida que se hacía más compleja y más abstracta fue criticada por el abandono de estas premisas, a lo que alega:
"Y nuestra realidad es tan compleja que ya no hay una manera fácil de ser subversivo. La guerrilla-publicidad no es lo mío. Creo que si haces una declaración pretendidamente dura e izquierdista en el arte, lo siento, eso no es subversivo porque el ochenta por ciento de la gente interesada en el arte piensa como tú. Si pretendo ser subversiva sólo para complacer a algunos comisarios de exposiciones, lo siento, eso no es subversión sino oportunismo. Y tampoco quiero hacer masturbaciones diciéndole a la gente de manera superficial cosas que la gente ya sabe. Por eso me interesa más aquello que es difícil expresar con palabras. Por ejemplo, nuestra vida cada vez más monitorizada: el conocimiento, la ciencia, los sentimientos. Por eso hice así mi trabajo en Times Square de Nueva York. Subversión de un modo sutil, sin eslóganes”.
Sus historias se alejan de la narración cinematográfica para contarnos aquello que fluye a través del tiempo, los deseos, las emociones, recuerdos indefinidos aunque presentes. Su obra fue en un principio considerada dentro de la crítica feminista y más tarde a medida que se hacía más compleja y más abstracta fue criticada por el abandono de estas premisas, a lo que alega:
"Y nuestra realidad es tan compleja que ya no hay una manera fácil de ser subversivo. La guerrilla-publicidad no es lo mío. Creo que si haces una declaración pretendidamente dura e izquierdista en el arte, lo siento, eso no es subversivo porque el ochenta por ciento de la gente interesada en el arte piensa como tú. Si pretendo ser subversiva sólo para complacer a algunos comisarios de exposiciones, lo siento, eso no es subversión sino oportunismo. Y tampoco quiero hacer masturbaciones diciéndole a la gente de manera superficial cosas que la gente ya sabe. Por eso me interesa más aquello que es difícil expresar con palabras. Por ejemplo, nuestra vida cada vez más monitorizada: el conocimiento, la ciencia, los sentimientos. Por eso hice así mi trabajo en Times Square de Nueva York. Subversión de un modo sutil, sin eslóganes”.
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